La Costa del Sol y Cádiz concentran la mayor amenaza de pérdida de litoral por el avance del mar El mar avanza, y Andalucía empieza a contar los metros que perderá. No es una metáfora ni un aviso alarmista: los estudios científicos confirman que, si las proyecciones se cumplen, de aquí a 2050 las playas andaluzas perderán entre 5 y 25 metros de arena seca. La Costa del Sol aparece en rojo en todos los mapas y el litoral gaditano tampoco se libra de esta cuenta atrás.
El retroceso no será uniforme. La naturaleza del terreno marca diferencias, y las playas abiertas, de arena fina y gran exposición, son las más frágiles. En los escenarios más extremos, se habla ya de retrocesos de 65 metros hacia finales de siglo. Y el dato más demoledor: si se cumple la predicción más pesimista, hasta 33 playas podrían desaparecer por completo en las próximas décadas. Este panorama se recoge en Iccoast, una investigación que combina datos locales con las proyecciones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. Su objetivo es claro: anticipar el impacto de la subida del nivel del mar y la erosión costera en toda la franja litoral andaluza. Con modelos digitales y herramientas de visualización, el estudio permite literalmente ver cómo se encoge la costa a medida que suben los océanos.
La utilidad de esta investigación va más allá del diagnóstico: sus mapas se convierten en material de trabajo para decidir sobre concesiones y proyectos en el dominio público marítimo-terrestre. O lo que es lo mismo, saber dónde se puede construir, dónde ya no compensa invertir y dónde habrá que gastar dinero en proteger lo que queda. No es la primera vez que se alerta sobre esto.
En 2022 ya se presentó otro estudio sobre la vulnerabilidad del litoral andaluz, con bases de datos, visores cartográficos y un plan de adaptación al cambio climático. Entonces parecía un trabajo técnico más, de esos que se guardan en un cajón. Ahora, con las mareas subiendo y las playas retrocediendo a simple vista, los gráficos dejan de ser ciencia ficción para convertirse en previsión inmediata. El debate que se abre es incómodo. Andalucía vive del sol y la playa, y buena parte de su modelo económico depende de ese recurso natural que ahora amenaza con encogerse. La erosión no entiende de banderas azules ni de promociones turísticas, y cada metro de arena que se pierde es también un golpe a la economía de miles de familias que viven del turismo.
El cambio climático, al final, tiene rostro concreto: el del chiringuito que ve cómo cada verano hay menos espacio para colocar hamacas, el del pescador que observa cómo la marea se come el espigón, el del trabajador de temporada que depende de que lleguen turistas a una playa que quizá ya no exista. El mar no negocia y no hay muros ni discursos capaces de detenerlo.





